La presencia de la OTAN en Afganistán de aquí a finales de 2014 lleva camino de convertirse en una lenta agonía ante un enemigo crecido y cada vez más capaz de dar golpes como los de este fin de semana, que comenzó con el audaz y efectivísimo ataque del viernes a una base británica en el sur del país, donde murieron dos soldados aliados y fueron destruidos seis cazas Harrier, y concluyó con otro ataque de talibanes infiltrados que costó la vida cuatro soldados de Estados Unidos. Entre medias, las fuerzas aliadas mataron a “entre 5 y ocho civiles”, mujeres, según fuentes locales afganas, en una operación contra los talibanes que por causar bajas civiles se vuelve contra la OTAN.
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